Dios sigue llamando para servir en la construcción de su Reino desde un estado de vida particular. Hablar de la vocación no responde solo a una iniciativa actual o al interés de algunos pocos, sino a una dimensión constitutivo del ser de la Iglesia, entendiendo el camino de maduración en la vida cristiana nos lleva a ir reconociendo la vocación particular a la que nos invita el Señor a seguirlo. En este sentido, el papa Francisco en su exhortación sobre los jóvenes nos desafía a entender la vocación como un “llamado al servicio misionero de los demás” (CV 253). Es decir, nuestro deseo de configuración con Cristo encuentra su sentido más pleno cuando comprendemos nuestra vida como un don para los demás.