Estudié en un colegio estatal en la ciudad de Cerro de Pasco, donde al curso de religión no se le daba mucha importancia, en cambio sí nos hablaban de los grandes revolucionarios como Marx, Lenin y Che Guevara, porque algunos miembros del sendero luminoso estaban infiltrados en los colegios. Estudié la carrera de Contabilidad, pero me sentía inquieta, vacía y con muchos interrogantes. Fue así que me invitaron a unos encuentros vocacionales fue uno de los regalos más especiales de mi vida. En aquellos encuentros experimenté por primera vez el amor de Dios, un amor que nunca antes había sentido igual, con tanta fuerza y tan verdadero, un amor que me impregnaba de alegría, de vida, de color y sólo deseaba seguir recibiendo este regalo de Dios.
Esa llamada que tocaba mi corazón no podía discernirla sola. Encontré a un sacerdote Diocesano que me orientó y me acompañó en mi discernimiento vocacional y comencé a leer mi vida en clave de Historia de la Salvación. Comprendí que en todo lo que me había sucedido en la vida estaba su mano. Mi afortunada experiencia familiar, el colegio, la parroquia, los amigos, la formación, el trabajo, … todo había estado impregnado de Dios y Él me fue guiando hasta descubrir que mi vocación era a la vida religiosa. Fue un tiempo bonito de muchas interrogantes, de asombro, de penas, de gozo, de alegría, de miedo y de esperanzas.
Leyendo mi historia personal, dejándome acompañar y creciendo en mi fe he descubierto que ese gran sueño es entregar mi vida por completo al servicio de los pobres, decidí ingresar a la Congregación, con el deseo de entregarme de manera total con la certeza de que Él nunca falla y que hará realidad el sueño que ha puesto en mí.
Agradezco a las Hermanas que me acompañaron durante mi proceso de formación me ayudaron a descubrir y asimilar vitalmente el modo peculiar de ser y obrar que le corresponde a la Hermana de la Caridad de Santa Ana, me capacitaron para vivir en fidelidad al evangelio, a la Iglesia, a mi Congregación y a los signos de los tiempos.
En cada misión que he estado ha sido una experiencia fantástica, he tenido más alegría que tristeza he vivido momentos difíciles pero convencida de que Dios me los ha ofrecido para crecer. He conocido a mucha gente, he tenido la oportunidad de compartir mucho y de recibir el ciento por uno. Dios me fue conduciendo a trabajar con personas en especial situación de vulnerabilidad, con niños discapacitados, abandonados, huérfanos, con riesgo social, enfermos, drogodependientes…en sus rostros descubría de manera especial a Jesús pequeño cercano y humano esto hizo que me apasionara más por la misión que realizo pero con más fuerza.
De los pacientes psiquiátricos cada día aprendo a descubrir unos valores evangélicos como el ser solidarios; el preocuparse por el otro; el saber compartir; el ser detallistas y sobre todo el saber perdonar…Cada uno de estos actos sencillos para mi es una lección interesante para mi vida.
Invito a los jóvenes y las jóvenes que sienten la llamada del Señor, a descubrir la felicidad de dedicar su vida a los demás, de manera especial a los más pobres. Sé feliz haciendo felices a los que te rodean, sintiendo que tu vida tiene sentido. Entra en la experiencia de la solidaridad, del compromiso por los más pobres, del encuentro diario con Él es tanto lo que se recibe… ¡no tengan miedo! ¡Arriésgate! ¡Adelante! Animo a todos los jóvenes a “dar la cara”, a ser testigo de Cristo y su mensaje de amor liberador allí donde se encuentren.
A continuación comparto mi “testimonio vocacional”. Desde siempre el Señor nos llama y se vale de personas, acontecimientos, naturaleza; y recuerdo que todo comenzó desde mi juventud adulta, me encontraba trabajando y estudiando; nada de Iglesia, ni grupos de oración ni nada por el estilo. A mi mamá se le “ocurrió” invitar a unos seminaristas que andaban misionando en el pueblo y recuerdo que nos dijo a mi hermana y a mí: “invité a unos seminaristas que andan misionando, vienen a la tarde y espero que estén”… Ellos nos invitaron a participar de un encuentro de jóvenes, les dijimos que sí. Imagínense mi mamá feliz. Se fueron los seminaristas y nos miramos con mi hermana y le dije: “ni pienso ir”…pasaron los días y llegó el día del encuentro, le dije a mi hermana “cómo no vamos a ir”, “mira vamos, llegamos, los saludamos y nos venimos”; entonces ¡fuimos! Recuerdo que llegamos, vimos a los seminaristas, los saludamos y nos quedamos TODO EL DÍA. A partir de allí integré el grupo de jóvenes, participaba de la liturgia, de oraciones y mi vida iba transformándose. Se organizó un Acantonamiento con 56 jóvenes, yo iba encargada de un grupo de adolescentes, recuerdo que mi servicio era constante, todo el tiempo “ocupada en las cosas de los jóvenes”: desde el compartir hasta lo más doméstico, pasando por momentos de oración y adoración. Termina el acantonamiento, vuelvo a mi casa y al otro día, al despertar “me inunda una paz indescriptible”, podría decir SE PRODUJO EL ENCUENTRO CON JESÚS, SU LLAMADA. Luego mi vida cambió: modos, formas, actitudes y la manera de mirar a todo lo que me rodeaba: familia, momentos compartidos, tarea en el hogar, responsabilidades; comencé a frecuentar la Iglesia y sus celebraciones. Cuando caminaba por las calles de mi pueblo iba pidiendo a Dios por las personas que me encontraba en el camino; iba intercediendo por cada una de ellas, y estando en la Iglesia, pedía por aquellas personas que se encontraban rezando frente a la imagen de la Virgen y/o Santos. Siempre intercedía por ellas. Fue entonces que recurrí a un seminarista del pueblo, le conté lo que me pasaba y él me dijo: “esto es vocacional” y me contactó con un sacerdote, comencé el discernimiento que duró tres años, me preguntó si había pensado en “ser religiosa”; a lo que le contesto que no…Luego de un tiempo de discernimiento, me contacta con las Hnas. Carmelitas de Santa Teresa de Jesús, es decir mi actual familia religiosa…y aquí estoy feliz de continuar intercediendo por todas las personas, formando niños, jóvenes y adultos mediante la Educación Cristiana y la Catequesis, siendo una “madre” para Ellos, en especial de los Pobres, los Huérfanos. Actualmente y desde hace 9 años resido en la Comuna de San Bernardo y estoy a cargo de la Escuela llamada Teresiana de San José, intercediendo por todos los que integramos la Comunidad.
Dios nunca dejó de tener importancia para mí, incluso en mis crisis de fe o en momentos de sentirme rebelde. Pero al volverse una especie de dispensador de consuelo poco a poco lo iba integrando a un plan que yo estaba armando para mi futuro. He ahí el riesgo que me acompañó mucho durante el proceso de maduración en la vida cristiana (y que sin duda tiene secuelas hasta hoy); Dios encajó en mis planes ocupando un rol importante, pero no decisivo. Yo decidía todo.
Una de las decisiones más importantes que he tomado en mi vida fue la de hacer un voluntariado en Perú. Después de terminar el colegio me fui a América Latina con un castellano básico, con mucha sed de aventura y un deseo sincero de servir a las personas más necesitadas. Me habían advertido que estar ahí cambia la vida, pero jamás hubiera sospechado cuál será el alcance de este cambio.
Trabajé en varios proyectos solidarios con niños y en un campamento de verano con niños de situaciones muy vulnerables tuve una experiencia muy fuerte de estar en el lugar en el que Dios quería que esté. La experiencia de ser madre de una manera tan diferente de la que yo había proyectado durante toda mi vida me marcó profundamente y pienso que la maternidad espiritual es algo que le da mucho sentido a mi vocación.
En aquel proyecto social tuve una certeza de estar llamada a entregarme enteramente a Dios que nunca se fue de mi conciencia por más que por un tiempo prolongado pretendía que no estaba ahí. Igual tenía que madurar y aprender a rendirme cada vez más frente a la voluntad de Dios. Tras los diez meses que estuve en América Latina volví a Alemania y empecé a estudiar psicología tratando de encajar en una vida que me dejaba muy insatisfecha. Quizás fue justamente este tiempo de intentar vivir una vida que me parecía más “normal” que me hizo valorar la felicidad que significa asumir la propia vocación.
No quería ser fraterna y estuve molesta con Dios por muchos años. Cuando finalmente acepté la invitación de seguir a Cristo en la vida consagrada inicié un proceso de sanación interior y de profundización en el inmenso tesoro de Su Amor que con todos los altos y bajos me ha hecho muy feliz. Estos procesos nunca acaban y en mi día a día como fraterna estoy llamada como todos los cristianos a escuchar la voz de Dios y atreverme a decirle “sí”. Doy fe que eso vale la pena, que no significa que sea fácil, pero nunca hay que subestimar la gracia de Dios que sostiene nuestra respuesta vocacional.
Después de mis años de formación en Inglaterra y Perú empecé a estudiar teología. En el 2018 me mudé a Chile y ya estoy en el último año de la carrera trabajando también como asesora en la Pastoral UC. Doy gracias a Dios por poder servir aquí en la Iglesia chilena y espero poder contribuir a que irradie cada vez más la luz de Cristo en el mundo.
Fui alumna del colegio de las "Hermanas de Cristo" en Madagascar, me llamó mucho la atención su trabajo, su hábito y su cruz. Desde allí despertó en mí la inquietud de ser monjita o hermana profesora como ellas. Cuando salí de su colegio, seguí en contacto con ellas y me invitaron a una jornada vocacional.
Después de un tiempo de discernimiento, decidí entrar a esta congregación, hice el postulantado 2 años, noviciado 2 años e hice mis primeros votos (Obediencia, pobreza y castidad)
Trabajé en el colegio de la congregación "Hermanas de Cristo" en Madagascar haciendo clases y como nuestra Congregación es internacional, me pidieron de venir a Chile. Algo que no esperaba en ese momento pero sabía que tenemos que estar disponibles por nuestra misión. Llegué a Chile tuve que aprender el idioma español, como Madagascar es muy lejos, no tenemos embajada en Chile, no me convalidaron nada de los estudios, así que tuve que empezar todo de nuevo, empezando por regularizar la enseñanza básica y media y luego entré a la universidad.
Ahora, soy profesora de básica con mención en Matemáticas, estudié en la Universidad Silva Henríquez. En este momento trabajo en un colegio como profesora de Religión, lo cual me gusta mucho, me siento contenta.
Siento que ser religiosa no es un obstáculo para tener una profesión y trabajar como todos con un sueldo, al igual que todos necesitamos vivir.
A parte de eso, estoy feliz en la comunidad con mis hermanas, me siento apoyada y es la familia que yo elegí. Tenemos nuestros quehaceres comunitarios y nuestro proyecto de vida como consagradas que también hay que darle tiempo y es muy importante.
Hace años, acompaño la pastoral juvenil y la catequesis familiar en distintas áreas y parroquias, actividades que también me hacen feliz y lo hago con mucho gusto. Como nuestro carisma es: SER TESTIGOS DE JESUCRISTO PRINCIPIO Y ARTÍFICE DE UNIDAD. Y del mismo movimiento nos introduce en el corazón del PROYECTO DEL PADRE: “Recapitular todas las cosas en CRISTO, las de los cielos y las de la tierra.”
Muchas gracias
Hermana Marie Emma Espérance
Desde aquel entonces me gustaba participar de distintas actividades pastorales: Catequesis de Primera Comunión, Grupos de Jóvenes y Confirmación. Además, participé de manera activa en una radio parroquial de mi ciudad, guiando también momentos de oración y reflexión, entre otros.
Un cierto día, un Hermano de La Salle pasó por mi Colegio, invitándonos a realizar una experiencia diferente. Me encantó la propuesta de participar de encuentros junto a otros jóvenes que también sentían que Dios les pedía ayudar a personas de muchos y distintos modos.
Una vez iniciada mi etapa de formación, comprendí que Dios me pedía que, a través de la educación, intentara transformar la vida de niños y jóvenes.
Hoy mi respuesta, ya madurada, se basa en el equilibrio de los tres principios: fe, fraternidad y servicio, con el apoyo de la Comunidad Religiosa y Educativa.
Hno. Junior Schnorrenberger
Responsable por la Pastoral Juvenil y Vocacional de Chile
Distrito La Salle Brasil-Chile
Correo para contacto: pastoral.chile@lasalle.cl
Siento que de muchas maneras el Señor me invita a abrirle esa puerta, pues Él es quien conoce cada una de mis necesidades. Los retiros me han servido para ir conociéndome y así también conocer la voluntad del Señor en mi vida. He ido descubriendo cada vez cosas nuevas y eso es lo maravilloso de la Iglesia, que siempre está innovando y buscando nuevas maneras de llamar a esa puerta de nuestro corazón, conociendo cada vez a las congregaciones y sus carismas. Es esa promesa del Señor en hacer milagros y cosas maravillosas en la vida de cada uno, invitando siempre a la perseverancia y no desfallecer ya que este es un camino de toda la vida. Pero siempre con la confianza en que los planes y los tiempos de Dios son mejores que los nuestros y de ahí lo relevante que se ha sentido el hecho de poder contar con el acompañamientos espiritual para así poder discernir con claridad las decisiones de vida.
Veruska Barrios
Santiago de Chile